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viernes, 20 de mayo de 2011

VÍCTIMAS DE UN ACTO DE GRADUACIÓN
La otra cara del protocolo


Levanten la mano los graduados. Reciban mis felicitaciones.  Me hago partícipe del júbilo y la celebración que significó nuestra graduación. Fue una experiencia única e inolvidable. “Todo es bello y maravilloso”, pero nunca se habló de algo en particular. No hay acto de graduación sin protocolo. Me imagino que a usted también le dijeron que la ceremonia comenzaría temprano.

La noche antes no concebíamos el sueño, era inevitable madrugar y llegar temprano. Afuera vimos de todo. Desde el que apenas abrió el paquete y se puso la toga toda estrujada. Hasta hebillas de dubi suficientes como para interferir la señal de cualquier celular. 


Es probable que sus actos de graduación hayan empezado también con atraso. Sabe que es parte de nuestra cultura. Lo citan para las ocho de la mañana y comienzan a las diez. Gracias al protocolo, el graduando no desfila hasta que primero lo haga la  facultad y la “alta alcurnia”. Sí, me refiero a la parte en que modela cuanto viejo decrépito pueda caminar ese día. Aquellos que nunca vimos en nuestros cinco o seis años de estudio.

La pasarela de personal que lució togas extrañas y pasadas de moda. Aquí la matemática es simple. La [edad promedio] + [cantidad de personal] = Al tedio en este desfile. Insisto, esta parte la deberían eliminar, o por lo menos, montarlos a todos en una carroza o en carritos de golf y llevarlos de acuerdo al departamento. Es justo y necesario comenzar a ahorrar un 85% del factor tiempo y un 25% de la energía que consumen en esta parte de la ceremonia. 


Se sentó el último miembro del personal y entonces vino el “catwalk” del presidente. Mire el de la foto, como típico boricua, lució su bling bling”. La lujosa cadena y su medalla parecían pesar más que el longevo. Ni hablar del ajuar, yo he visto presidentes que lucen togas dignas de la realeza y los más excéntricos gorros como el de la yupi. En lo que el    presidente desfiló, en el “backstage” nuestra fila era interminable tipo Disney. Lo que inicialmente era una toga bien filotéa provocaba un calor insoportable. Unos se tropezaban por textear y twittear, mientras otros gritaban como “parceleros” en un intento por avivar el kilométrico zigzag.

Entonces empezó el “bingo de nombres” y llegó, por fin, nuestro turno de desfilar. Yo me sentía como diría calle 13 “con flow de bacardí con kaluah”, o sea, con un guille brutal. Hay que lucirse, pues a menos que no sea un estofón, ese será su único momentum.  Después que desfiló “rey mundo y todo el mudo” vino la invocación. Luego, el protocolo estipula que es el turno del Director o Presidente para presentar a la clase y más adelante, la dedicatoria.

Por supuesto que agradecieron hasta al papa Benedicto. La celebración se convirtió en bostezos y sueños. Pero justo ahí es que se puso bueno. Llegó el dichoso turno del mensaje del Alcalde, el Representante y el Presidente. Cuál más “baboso” de los tres. Ciertamente, hay que batallar para no perecer ahogados en la “babosería que hablaron” (((( y hablaron))). Son muy pocos los que no se aborrecen. A mí me dieron ganas de gritar como el rey de España a Hugo Chávez: “POR QUÉ NO TE CALLAS”, pero sucumbí ante el mar de bostezos.

Dígame si es o no cierto que no faltaron los estornudos, llantos de bebé y la tos entre los oyentes. Entre tanta palabra de domingo surgió una epidemia de aplausos que acaparó el auditorio en boicot del bendito discurso. Para su conveniencia siempre repiten “sé que estoy hablando mucho”, varias veces y a fin de cuentas imperaron los aplausos que reclamaron el cese y desista.

Llegó el momento de los premios y reconocimientos. El desfile de nombres, títulos, honores y escuelas. La parte en que se descubren quienes tienen el más grande fan club. Los que se caen y el que mejor posa con el papel y la cinta.Vístase de paciencia porque cuando haya sido declarado graduado, el hambre y el cansancio lo tendrán agotado. 


Ahí pareció todo acabar, pero no fué así, porque hubo que luchar entre la mar de gente para dar con nuestros familiares. No había señal en nuestros teléfonos celulares. Por otro lado, todos estarán posando para fotos, los niños estarán llorando y el alboroto amenizará la conclusión. Por supuesto, estuve una hora más intentando salir del bullicio sin perder a mis familiares, fue peor que las justas o las fiestas de la calle San Sebastián. Para arrematar, estará sobre media hora para que sus familiares y usted se pongan de acuerdo en elegir a dónde irán a comer. 

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